Finalmente, después de setenta y tres días de caminar, dejando atrás mil quinientos cincuenta kilómetros, días de calor insoportable, de polvo, de frío, de lluvia (tres días llevo aguantando este diluvio, tres días con sus noches!); después de dolores, cansancios y demás, finalmente llego a Santiago de Compostela!!!
Cuando voy bajando las últimas callejuelas en dirección a la Praza do Obradoiro, voy notando cierta sensación en la garganta y en el corazón; en la garganta porque hay algo que me impide articular palabra: no puedo mas que ir en silencio, sin pensar en el dolor de pies, avanzando los últimos metros que me lleven hasta la catedral. Y noto una mano en el corazón que me lo va estrujando, haciéndome ver que éste no será el último camino, que habrá más, pero que este será irrepetible.
Subiendo las escaleras para ir a cumplir con la tradición (abrazar la imagen de Santiago y besarle) veo aliviado que el resto de peregrinos que van llegando también están pasando por lo mismo que yo: sus caras son un poema (¿Cómo debe ser la mía?) e incluso veo un hombre con aspecto de alemán, grande como un frigorífico, llorando disimuladamente.
En fin, todavía me queda sellar la "Compostelana", encontrar un sitio donde dormir, y el regreso en avión, para mañana por la mañana.
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Monumento en honor al papa Juan Pablo II, en el Monte do Gozo. |
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Ya se entrevén las torres de la catedral por encima de los tejados. |
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Y finalmente, la catedral. |
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