Entro de lleno en el desierto. La salida de Fraga, con una subida suave pero constante, me lleva a unos altiplanos absolutamente solitarios y sin apenas vegetación, que me hace recordar las cimas de los Pirineos, por encima de los 2.800 metros. A partir de ahí, una sucesión de pequeñas subidas y bajadas, siempre con el mismo solitario ambiente: grandes, grandísimos espacios, sin que se vea a nadie a la vista. Espectacular!
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El bungalow (el de la luz encendida) del camping de Fraga, donde pasé la noche. |
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El río Cinca, a su paso por Fraga. |
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La subida, a la salida de Fraga. |
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Imagen espectacular del altiplano que hay arriba, absolutamente solitario. |
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Y ya arriba, soledad, aridez, desolación... |
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Aquí el paisaje ya se alarga hasta donde alcanza la vista, siempre con lo mismo: no hay nadie, apenas unos matorrales resecos, el sonido de la carretera, a cuatro kilómetros apenas se oye... |
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La paz y el silencio absoluto sólo se rompe con el trino esporádico de algún pájaro. |
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Las únicas construcciones que rompen la monotonía y dan algo de sombra, son viejas casas abandonadas de hace mucho, mucho tiempo |
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Incluso esta pequeña laguna, que debería ser un pequeño oasis en el desierto, no tiene ni una sola planta verde! Sólo algún matorral reseco y cubierto de polvo. Por si acaso, ni me acerqué al agua. |
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